El viernes pasado, a las once y media de la noche, me quedé dormido y creo que por primera vez desde que convivimos me dormí antes que Flor. Generalmente no me duermo antes de las tres de la mañana. No importa que tenga que levantarme temprano. Es una costumbre nocturna que arrastro desde la secundaria.
Me levanté el sábado a las diez de la mañana de muy buen humor. Cuando uno descansa las horas necesarias y duerme de corrido, al despertar el mundo parece un lugar maravilloso. Entonces, revitalizado por ese descanso, compré facturas y fui a desayunar al negocio de Flor.
Cuando entré a Mística, (así se llama el local de Flor) una clienta comentaba de la tormenta que se había desatado a la madrugada. Yo no había escuchado nada pero al parecer había sido fuerte. Mucha agua, rayos y la luz cortada. Recordé que al despertarme había visto platos con velas en el baño y también en la habitación. Flor había estado un rato despierta mientras se desataba el vendaval.
Cerca del mediodía prendí mi computadora para escribir una idea para una nueva obra de teatro.
Mi notebook no encendió.
Saqué la batería y la volví a colocar en su lugar, pero tampoco dio resultado. Me pareció raro porque había dejado la computadora toda la noche enchufada para que se cargara la batería y ahí pensé en la tormenta y en los rayos… Un escalofrío me corrió por la espalda.
Primer traspié del día: Adiós computadora. El mundo ya no me pareció un lugar tan maravilloso.
Al mediodía regresamos a casa con Flor, conversando sobre la computadora y sin intuir lo que estaba por suceder.
Como faltaban unos minutos para ir a comer de mi abuela, decidí ponerme a tocar el piano eléctrico…
Segundo traspié del día: El piano no enciende. El mundo definitivamente no es un lugar maravilloso.
Todavía estaba sentado frente al piano, incrédulo con lo que estaba pasando, cuando Flor me comunicó desde el comedor sobre otro hecho funesto…
Tercer traspié del día: El televisor del comedor no despertaba. El mundo es un lugar oscuro, tenebroso.
Fui hasta el comedor ya totalmente desahuciado y aunque desconecté y volví a conectar el cable del televisor, al igual que con la computadora, no hubo caso.
Flor tuvo otro mal presentimiento y se dirigió a nuestro dormitorio…
Cuarto traspié del día: El televisor de la habitación dormía una siesta eterna. El mundo es un lugar horrible, detestable.
No me animé a prender los aires acondicionados. No estaba para más disgustos, pero Flor tomó coraje e hizo el intento. Por suerte, los dos aires a salvo.
El mundo será un lugar horrible, pero al menos no nos vamos a morir de calor en el verano.
Con Flor empezamos a nombrar en voz alta los aparatos eléctricos que tenemos en casa para dividirnos las tareas. Ella fue a probar suerte con la cafetera y yo fui a corroborar el destino de los parlantes.
Temía lo peor porque los parlantes al igual que el piano eléctrico y la computadora estaban conectados a una zapatilla que había dejado encendida toda la noche. Siempre cometo el error de dejarlas prendidas. Por lo tanto era de esperar que los parlantes tuvieran el mismo diagnostico funesto.
“La cafetera encendió”, dijo Flor desde la cocina y eso fue un alivio. El envión anímico que necesitaba para tomar coraje y prender la perilla de los parlantes con la esperanza renovada. Cuando estaba a punto de comprobar si los parlantes habían sobrevivido, se cortó la luz.
Afuera era un hermoso día soleado. Habían pasado varias horas del vendaval de rayos y centellas. No había ni siquiera un leve soplido de viento. Las hojas de las plantas estaban en reposo absoluto. Entonces tomé prestada la frase que mi hermano utiliza como descarga emocional para situaciones como estas: ¡Váyanse todos a la recalcada connnn chadesumadre!!!
El mundo sería un lugar insoportable si no existiesen las puteadas.