Estamos en época de campaña electoral. Por lo tanto, arranca la insoportable temporada de alegorías políticas. A partir de este momento, políticos y periodistas comenzaran a explicar la realidad del país con cuentitos y metáforas insoportables.
Seguramente arrancaran con que el país es una casa. Siempre hay alguien que utiliza la metáfora obvia de La Casa. El presidente, padre de familia, tendrá que estar atento a los temporales que azotaran nuestra vivienda en estos años que vendrán. Aunque nosotros, la familia argentina, también tendremos que poner mucho esfuerzo para sostener la casa que, nos aclaran, más que una casa es una pequeña choza sin cimientos. ¿Y saben por qué nuestra casa no tiene cimientos y es endeble? Porque durante décadas sarasa y etcéteras…
Pero mientras nos dejaron ahí, adentro de la choza, y creemos que nos seguirán machacando conque en la próxima elección tendremos que elegir si seguimos pintando las paredes o nos hacemos cargo del problema de fondo que es la humedad, de repente un político que pretende ser más original que el resto, nos saca de la choza y nos dice que en realidad los argentinos ahora vamos por un túnel oscuro. Un túnel largo, interminable, al que transitamos en la más absoluta penumbra. Pero no tenemos que perder las esperanzas porque allá a lo lejos hay una luz. Y tenemos que ir confiados hacia esa luz. Porque si hay luz significa que dejaremos atrás la oscuridad. Y mientras nos llevan aburridos por ese túnel lúgubre, a un penalista se le ocurre cambiar de alegoría y nos ubica escalando el Aconcagua. Ok. Parece una teoría mas interesante así que nos ponemos los zapatos adecuados. Hay que escalar con mucho esfuerzo. La cima es el ideal pero no estaría mal si llegamos hasta la mitad del recorrido. En eso estamos, paso a paso intentando escalar cuando un señor de bigotes y pelo canoso, — con una actitud de hombre experimentado, de “yo les voy a contar la posta de cómo es esto”— nos dice que en realidad no estamos escalando sino que vivimos dentro de un cuento infantil. Somos como Caperucita roja que aunque sabemos que el lobo se va a comer a nuestra abuelita igualmente seguimos confiando en él. Mientras nos quedamos pensando si el lobo será el de Wall Street y nuestra abuelita una metáfora sobre los jubilados, otro señor nos pide que no perdamos tiempo pensando en eso porque no estamos en una casa, ni vamos por un túnel, ni escalamos el Aconcagua, ni el problema es el lobo, sino que en realidad estamos todos juntos en el mismo barco. Aunque atención, porque es el Titanic siempre navegando en aguas turbulentas. Así que tendremos que remar todos juntos y más sarasas y etcéteras. Por más que el señor siga hablando, y se nota que es un señor al que le encanta escuchar su propia voz, podemos mutearlo porque ya sabemos cómo terminará su alegoría. Vamos a chocar con un Iceberg y nos hundiremos. Porque en Argentina todo termina mal. Algunos pocos tripulantes del barco correrán con la suerte de Rose, pero la mayoría seremos Jack.
Hundidos en el océano atlántico pensamos que por fin se terminó este insoportable recorrido alegórico. Morir ahogado parece un destino mejor que el de seguir escuchando metáforas pedorras. Aunque seguramente no correremos con esa buena suerte. Seguirán torturándonos hasta el día de la votación con frases hechas y granitos de arena.