Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Pero qué pasa cuando los demás insisten con que seas otra persona?
Desde que abrí una cuenta en Twitter estoy en esa encrucijada.
Una mañana descubro que tenía un mensaje privado deseándome buena vida junto a Cinthia. No conocía a la persona que me enviaba el mensaje por lo tanto supuse que se había equivocado de destinatario. Le agradecí su deseo pero le aclaré que mi vida la comparto con Flor.
Luego de un rato recibí un nuevo mensaje de la misma persona que me preguntaba:“¿No sos Matías?”.
Le respondí como suelo hacer en casos parecidos, con una humorada: “Soy Matías, pero no creo ser el Matías que vos crees que soy.”
“Tenes el mismo apellido, Defederico” Me respondió y ahí comprendí la equivocación.
Entendí que Cinthia era Fernández, que yo supuestamente era Matías Defederico, el jugador de futbol, y que en mi perfil había puesto una foto mía junto a mis sobrinas mellizas, algo que seguramente terminó de influir en la confusión, porque el futbolista es padre de gemelas.
Luego de esta primera confusión sucedieron episodios similares.
En algún momento pensé que, alguien que es obligado a vivir la vida virtual de otra persona, era buen un argumento para un cuento. Me entusiasmé por unas horas y hasta llegué a tomar la determinación de responder en Twitter como si fuese el jugador de fútbol para hacer un trabajo de campo y así tener más situaciones para escribir.
Después me di cuenta de que la idea no sería novedosa. En twitter está lleno de perfiles falsos que escriben y contestan como si fuesen los verdaderos. Uno lee comentarios de alguien que dice llamarse Ricardo Darín, y que incluso tiene su foto en el perfil, pero quizás está leyendo las sandeces que dice un muchacho que vive en Singapur o trabaja de trol para algún partido político.
Entonces, deseché la idea de escribir un cuento de esa naturaleza.
Sin embargo la vida del futbolista se siguió metiendo en mis asuntos.
No voy a nombrar cada una de las situaciones que experimenté como futbolista profesional. Solo voy a nombrar la de la semana pasada.
Me llega la notificación de que una persona me había nombrado en Twitter.
Cuando leo el mensaje decía: “Si llego a ser @matiasdelfe (Así figuro en Twitter) lo agarro del cogote a Marcelo Polino”.
Me causó gracia cuando leí comentarios de gente que me conoce preguntándome qué había pasado con el periodista.
Después de este mensaje, cambié de canal en el televisor y vi que la madre de mis supuestas gemelas se retiraba enojada de la pista de baile de Marcelo Tinelli.
No sé cuál fue el problema. Nunca me interesaron esas peleas televisivas. Aunque de un tiempo a esta parte, y después de tantos mensajes en donde se me pide que le responda a alguna chiruza que me defenestró, o que corra más en la cancha y no sea pecho frío, me estoy empezando a encariñar con mi casi tocayo.
Mi nombre es Matías Del Federico. El del futbolista es Matías Defederico.
Nos separa un espacio y una L en el apellido…
Vivir hiperconectados nos está convirtiendo en personas que insultan o prometen amor eterno al usuario equivocado y ni siquiera parece importarnos.
¿Quiénes me siguen en twitter no me estarán siguiendo pensando que soy el jugador de fútbol? ¿Cuantos de los seguidores del futbolista lo estarán siguiendo confundidos, pensando que soy yo? ¿A quién de los dos saludará mi mamá en Twitter el día que cumplo los años? ¿Acaso Flor estará festejando goles que cree que son convertidos por mí?
El mundo se ha puesto tan complejo y confuso con la llegada de la vida virtual, que aveces tengo la certeza de que en el día de mi muerte alguno de mis amigos levantará la copa y pronunciará estas palabras:
“Hagamos un brindis a la memoria de nuestro gran amigo, Matias Del Federico, escritor, futbolista y padre de gemelas.”