
Sonó mi celular. Era Emiliano, mi mejor amigo. Antes de atender pensé en una tontería para decirle. Con Emiliano tenemos una especie de competencia por teléfono. Cada vez que nos llamamos intentamos hacer reír al otro con alguna ocurrencia. Recordé que en dos días cumplía los años, así que le dije: — Justo te iba a llamar. Estoy por comprarte un regalo para tu cumpleaños pero no me acordaba de tu talle de corpiño, ¿te gustan con o sin bretel? Esperaba que Emiliano largara una carcajada o que respondiera con otra tontería, sin embargo se tomó unos segundos y me dijo: — Po… po… des… venir al bar, tenemos que… que… decirte a…algo… Me preocupé. No sólo por el hecho de que no me siguiera la corriente sino por su tartamudeo. Con Emiliano nos conocemos desde la infancia. Fui testigo de su casamiento, estuve a su lado en el momento de su angustiante divorcio, hace más de treinta años que somos amigos, por eso sé que cuando tartamudea es porque hay algo que lo perturba. — ¿Qué pasa, Emi? —…