
Tengo seis años y acabo de golpear mi cabeza contra una silla por no hacerte caso. Por jugar a la pelota en la sala grande. ¿Cuantas veces me lo repetiste? “No juegues con la pelota adentro de la casa, Matías”. Empiezo a llorar fuerte porque me toco la cara y veo sangre. Vos venís corriendo y me cubrís la cabeza con una toalla. Me llevas hasta lo de Carlitos. El padre de un amigo que es médico. Yo sigo llorando porque me duele pero también porque vos me retas. Aunque no es el mismo reto de siempre. Ese que suelo escuchar cuando hago una macana o me olvido de hacer la tarea. Esta vez me retas asustada. Porque sangro mucho y porque el corte fue muy cerca del ojo. Y eso vas repitiendo nerviosa durante todo el trayecto hasta lo de Carlitos: ¡Casi en el ojo, Matías, casi en el ojo! Carlitos cose la herida. Ya no sangra. Ya no duele. Vos te calmas. Pasa el susto. Nunca más voy a jugar a la pelota en la sala grande. Te…